Es hora de que el Estado argentino se ponga del lado del desarrollo. Durante las últimas tres décadas, la elevada carga impositiva, la falta de reglas claras, la burocracia asfixiante, la inestabilidad macroeconómica y las leyes laborales anti empresa frenaron la creación de un sector privado que funcione como motor del país.
El progreso de la Argentina sólo llegará de la mano del desarrollo del sector privado, y es tarea del Estado salir del rol de obstaculizador y fomentar su crecimiento. Porque es este sector el encargado de generar riqueza para el país, fomentar el empleo y permitir que la rueda del consumo y las exportaciones impulsen a la economía.
Si queremos una transformación real debemos apuntar a un Estado inteligente que tome políticas acordes a este fin. Esta evolución sólo será posible si pensamos en medidas a largo plazo, que incluyan a la educación como base desde donde formar futuros recursos que generen innovación y aporten nuevas soluciones.
Los números de los países vecinos nos demuestran que tenemos mucho por crecer: mientras Argentina genera una PyMe por cada 2000 habitantes, Brasil una empresa cada 170 ciudadanos y Chile una cada 100 personas. Estos son números que todos los espacios políticos debieran tener presentes a la hora de definir políticas económicas. La necesidad de generar nuevas PyMes en Argentina es imperiosa.
Además, para alcanzar a estos países será indispensable que desde el Estado entiendan a las empresas no como una simple fuente de ingresos para sus arcas, sino como un factor indispensable en el crecimiento económico del país en su conjunto.
Durante las últimas décadas, los distintos gobiernos fueron formando un Estado anti desarrollo que generó más obstáculos que rutas hacia el crecimiento. Ya es hora de que cambiemos este sistema y busquemos un modelo nuevo. Un modelo en el que estar al frente de una PyMe deje de ser una misión imposible y se transforme en una bendición y en una oportunidad para empujar el desarrollo del país.